LUGARES OLVIDADOS POR LOS DIOSES. PINTANDO SUEÑOS

Fue un tiempo de húmedas habitaciones donde, cuando el invierno llegaba, las paredes se decoraban con negras manchas y el viento se filtraba por las ventanas. Un tiempo de oscuros bajos apenas iluminados. Pero, a mí alrededor sólo veía luz, porque tenía mis manos llenas de juventud y de bohemia. Las noches no tenían dueño. Sumergidos en las sábanas de solitarias camas en perdidos hostales de carretera, forjamos sueños que permanecen incorruptibles en el altar de las altas montañas de los Lugares olvidados por los dioses. Hay un lienzo escondido por cada ilusión surgida de los días eternos en que la vida se llamaba “Inmensidad”. El pincel recorría el cuadro apenas esbozado y mi muñeca era incansable. Nunca logré plasmar tu hermoso rostro. El amor no se puede expresar con nada. El arte, que creemos tan grandioso, apenas es un leve intento de acercarse a esa pasión irrefrenable que habitó mis días y mis noches. Las líneas que hoy escribo, los cientos de poesías que duermen en los cajones, las melodías que brotaron de mi alma incansable, han sido un vano intento de  retener esa belleza, ese amor que tanto nos ha gastado, esa pasión que no fue posible de aplacar, ni con las olas de tiempo embravecido. Te lo dije cuando éramos dos fieras de uñas afiladas y colmillos prestos a desgarrar los cuerpos deseoso. Existen Lugares Olvidados por los dioses. Los he visto muchas veces en mis sueños y también en mis horas de vigilia creativa. Son lugares desiertos, que tal vez sólo puedan ser habitados por cosas intangibles como el amor y los deseos más voraces. He visto anochecer en los canales venecianos y despuntar el sol entre sus puentes, a los estorninos bailar la danza de los enajenados sobre el cielo nocturno de Roma y sus ruinas, al Sena fluir luminoso cuando abril sonríe a la vida, al Mar de Paja decorando un fado en las calles de Lisboa, a los mares besarse en los faros de acantilados que invitan a volar entre las olas, a los bosques cerrarse sobre nuestros pasos deseosos de encontrar nuevos ríos donde calmar nuestras pasiones, a las llanuras quemar los campos yermos donde se erigen castillos de ilusiones. Pero nunca he conseguido llegar al lugar que tantas veces he soñado. Es posible que en alguna de esas noches infernales, cuando el alma se aprieta contra los espejos de la angustia, haya estado en Los Lugares Olvidados por los dioses. No lo puedo afirmar. Además, no tengo ni una triste brizna de hierba, ni una pequeña piedra, ni siquiera una hoja seca, nada que pueda confirmar que he estado en ellos. Fue un tiempo de húmedas habitaciones y húmedas pasiones. Un tiempo donde hoy se sigue abrigando todo lo que fue nuestro. Está anocheciendo. He amado los días, pero nunca será ese amor mayor al que tengo a las nocturnas horas. Esas que nos dieron la soledad más inolvidable y bella.

Foto Julio Mariñas

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