SOBRE LA NATURALEZA DEL HOMBRE (Anotaciones para un ensayo filosófico) III


Pintura Julio Mariñas
 

    
 
    Todos los trastornos actuales a nivel anímico derivan del estado evolutivo alcanzado en el que el hombre transita por un terreno artificial, víctima del sistema que él mismo ha generado. 
    Los conceptos filosóficos desde Grecia, en buena parte siguen siendo válidos para las diferentes corrientes religiosas y políticas; pero se han quedado obsoletos desde el punto de vista de una sociedad del siglo XXI, gobernada en su mayor parte por un ejército de máquinas cuyo tecnicismo en ocasiones rebasa las cualidades que el cerebro humano pueda asimilar en una relación de tiempo y reacción iguales. Así, esclavo de los artefactos y bajo el brillo de la palabra “tecnología”, el humano vive entre una maraña de ondas de diferente índole: ruidos que minan su aparato auditivo, gases que intoxican sus pulmones, imágenes que bombardean su retina, sabores que socavan sus papilas gustativas, tactos metálicos y plásticos que ensombrecen las yemas de sus dedos; hacinado en núcleos urbanos, lejos de aquella naturaleza primigenia a la que sigue necesitando, pero a la que ignora y tortura sin clemencia.
Junto a la tumba - Dibujo por ordenador de Julio Mariñas

     
     La violencia, que va intrínsicamente ligada a la naturaleza, ha perdido su valor inicial como método de defensa para sobrevivir, como método de ataque para alimentarse; y se ha convertido en una suerte de azar, pasando a ser gratuita. Los métodos de inhibición de ataque, como la sumisión o la huida, han perdido todo su valor; y el humano más agresivo mata gratuitamente a su semejante. Por lo tanto, el individuo agresivo y violento que es un ejemplar que, al contrario de lo que ocurre en la naturaleza, no tiene por que ser el más fuerte físicamente, ni el más capacitado. El violento puede ser un hombre o mujer con escasas cualidades físicas pero un potencial de agresividad excesivo. En este punto, hay que reseñar que es muy importante el momento en que se produjo, primero la transformación cerebral que permitió el uso de herramientas o el uso de herramientas que permitió la transformación cerebral. Con posterioridad, dichas herramientas se convertirían en armas sabiamente utilizadas, entrando en juego, no sólo el potencial físico del individuo, sino su habilidad y destreza en el manejo del venablo, la honda o el arco. Hasta aquí podemos considerar que la violencia entre distintos clanes o poblados pudo ser grande, pero nunca gratuita; puesto que la utilización de las armas conllevaba una preparación física, una práctica y un importante desgaste físico que los individuos no podían ejercer a la ligera; ya que las consecuencias posteriores podían ser nefastas para la supervivencia. A medida que estas armas adquieren sofisticación, unas normas bélicas entran en acción, unas reglas de caballería; en ocasiones no escritas, regulan el uso entre fuerzas llamemos “iguales” de esas armas. Aun que ya entonces, caso de la Edad Media, el señor feudal poseedor del poder armamentístico sometía al pueblo y abusaba del siervo de la gleba; mostrando así la trayectoria que iba a llevar el desarrollo humano. En una segunda fase se produce la revolución en los campos de batalla  con la entrada de las armas de fuego. Este será el punto de inflexión donde todo cambiará. La guerra ira progresivamente elaborándose cada vez más en los despachos y quedará en manos de un intrincado entramado político donde el soldado será un mero vehiculo para la ejecución de las metas más alejadas del inicial carácter bélico en donde el honor, las treguas y otros factores eran escrupulosamente respetados. Pero será en el ciudadano corriente, no especializado, donde las armas de fuego cambiaran el concepto lejano de fuerza, habilidad e ingenuo; porque con una pistola el ser más débil puede quitarle la vida al mejor dotado. Se rompe así la ley natural del predominio del mejor en términos científicos; ahora el individuo inferior física e intelectualmente puede eliminar al mejor dotado. Así, la violencia se convierte en moneda de no retorno que es infringida las más de las veces aleatoriamente sin tener una causa concreta; por el mero placer de matar, por traumas mentales de diversa índole,  como un modo de autoafirmación o una superioridad irreal sobre el otro.




"Tiempo vendrá en que..." Pintura de Julio Mariñas

    Aunque no de fuego, dentro de la clasificación de las armas que operan este tipo de transformaciones en el individuo, sería necesario hablar del automóvil; la arma del ciudadano medio por excelencia. Acumula este artefacto en si grandes virtudes como medio de transporte, pero lleva en su carrocería la palabra muerte cuando se convierte en numerosos casos en vehículo, nunca mejor dicho, de canalización de las frustraciones del homo sapiens. Así, la potencia sexual de la que carece el individuo se la proporciona el acelerador del coche, la torpeza en el lenguaje es suplida por la potente y sonora bocina; el infeliz humano ejecuta con el coche todo aquello que es incapaz de realizar por si mismo. Lo malo del asunto es que el auto tiene un límite como arma material, límite que no suple las carencias manifiestas de multitud de humanos que se ponen al volante. Concluimos entonces que hay dos puntos de inflexión que han marcado el cambio en las actitudes de agresividad del hombre con respecto a los de su especie. El primero la utilización de herramientas como armas de ataque y el segundo la aparición de armas de fuego. Finalmente tenemos una última frase que sería la energía atómica. La existencia del hombre pendiente de un dedo anónimo que pudiese acceder a un botón mortífero para la humanidad.

  • Herramientas como armas – Fuerza y destreza para su uso – Desgaste energético -  violencia medida (defensa y ataque)
  • Armas de fuego – Posibles de utilizar por seres metal y físicamente inferiores – Mínimo o nulo riesgo – Violencia gratuita.
  • Automóvil – Arma mortal (Posible utilización por seres mental y físicamente inferiores) – Seguridad ficticia y riesgo grave también para el atacante.
  • Energía atómica – Violencia anónima (Dedo invisible) – Destrucción global

Dolmen - Pintura de Julio Mariñas

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