EN MI TUMBA

Era media noche y, al doblar la esquina,
se me perdió la mirada
en la silenciosa oscuridad
de aquella solitaria y triste callejuela.
Luego pude volver para contarlo;
pero estabais todos tan distantes,
como reprochándome el haber estado ausente.

Cerré mis puertas para no percibir
el incrédulo brillo de vuestras miradas,
para no escuchar
las estridentes carcajadas de las gentes.
Y me sentí derrotado
por los humanos órdenes preestablecidos
mucho antes de mi llegada a esta tierra.
Y en mi cárcel de soledades pensé:
¿Por qué nadie me ha consultado?

Renegué entonces de las costumbres aprendidas,
de las frases preparadas
y de mi y de ti cuando aún éramos.

Me sentí único e intransferible,
amante desdichado
de recuerdos tristementes maravillosos.

Pasó algún tiempo;
Pasó algún, no sé si mucho o poco,
de eso que los hombres llaman tiempo.
En ocasiones abríais la puerta,
pero aquella luz exterior me molestaba.

Sólo cuando fue el momento os recibí,
pedí que me recibierais,
abrazé a mis seres queridos,
a los amores pasados
y saludé al mundo desde mi humilde,
insignificante e infranqueable
atalaya de sueños.

Cuando llegue el día que sea historia
sé que no habrá más lloros ni llantos
de los que recibieron otros tantos.

A las cenizas de la cruel memoria
dejaré un verso escrito:¡VICTORIA!
Será el mensaje para cuantos
en la vida terrena hicieron cantos
pasando junto a mi días de gloria,
momentos de intimidad callada,
los delirios de amor, crueles excesos,
con esas que besé a la madrugada;
irá el mejor mensaje para ellos
cuando mi historia yazca reposada
y nadie ya en mi tumba ponga besos.





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