LA PUERTA ABIERTA

    Por favor, cierren la puerta. Hace mucho frío. Demasiado frío. Ese que hiela el tiempo y sus relojes. Donde mece la vanidad su trono de vilezas y necedades. Estoy aquí, en el ángulo oscuro, donde nadie quiere mirar para no ver la execrable faz de una humanidad sin sueños. Todo lo han globalizado. Existen embajadas, ministerios, partidos políticos, asociaciones, grupos diversos. Pero sería bueno dedicar todos los esfuerzos a la producción de sueños colectivos. Es un proyecto que no cuesta dinero. Tal vez por eso no interesa llevarlo a cabo. Porque el material de los sueños es intangible, el soporte que los cobija es tan solo una mente dispuesta a volar sobre las primaveras presentidas y, claro, con eso no se puede comerciar. Es poco rentable. Es en la mente donde radica el verdadero poder. Ni las armas, ni los dictados de los que manejan los hilos materiales, tienen nada que hacer contra eso. Sólo hay que armarse de valor; levantarse, cerrar la puerta por la que entra el frío invernal de los vanidosos e insignificantes que se creen con legitimidad para decirnos cómo, cuando, dónde debemos hacer, hablar y acatar sus mandatos. Estoy cansado de este frío glacial que entra por esta puerta cada vez más abierta. Voy a seguir soñando. Si la mayoría de nosotros hubiésemos soñado un poco, tal vez ahora el mundo sería muy diferente. Entiéndase sueño por dejar llevar la mente y el corazón a lugares donde no existe la terrenal estupidez que baña nuestra condición de homo sapiens, llenos de nosotros mismos. Como si el universo fuese a detener su incesante movimiento por las oscilaciones de bolsa, un trozo de tierra o la ambición de poder inexplicable. Nunca cesarán los ambiciosos en su empeño de amasar fortuna. Porque han perdido la capacidad de soñar con las cosas más sencillas e importantes, y el trauma que le provoca no poder acceder a los sueños más hermosos, hace que su ira aumente sin cesar. No hay cosa más triste que tener una torre de marfil con todo el oro del mundo y todo el poder para ejecutar los caprichos, y seguir dando pena. Ahora, si no os importa, voy a seguir con mis sueños. Por favor, cierren la puerta.


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