LA RISA Y EL LLANTO


    “Todo va mal. Todo va tan mal. Hemos sido tan malos. Nos hemos dedicado a jugar y no hemos hecho los deberes”. “¡Culo, culo, culo!” “Ahora castigados contra la pared” ¿Estoy soñando? Mi televisor debe haberse estropeado. Oigo noticias muy extrañas. Creía haber entendido que la gente crecía y se hacía adulta. Después era responsable de sus actos. Pero, no sé si entiendo yo mal, o nos están diciendo que hemos sido muy malos y ahora lo vamos a pasar muy mal. Tengo que pedir disculpas. Llevo toda mi vida entendiendo mal este asunto llamado sociedad o algo así. Pensé que “los malos” eran los que robaban a los pobres y mataban. Pero, parece ser que he entendido mal. ¡Vaya por Dios! ¡Para eso tanto estudiar! ¡Para eso tanto vivir! Para que unos señores y señoras muy bien vestidos y con su vida solucionada nos digan que somos muy malos. Bueno, si vuelvo a nacer –lo cual es poco probable-, intentaré recordar esta trágica lección. ¡Ya está! ¡El problema ha sido ese cine que tanto me gusta! Ese que decía que el amor era estupendo, que el bien vencía sobre el mal, y todas esas historias. ¿El mal? ¿El mal es querer comer? ¿El mal es querer tener un techo donde dormir? ¿El mal es desear lo mejor para los niños? En fin; lamentablemente, creo que es tarde para aclarar mis ideas. “¡Que viene el lobo!” Me suena a eso, cada vez que oigo hablar a los que mueven los hilos. ¿Cuántas familias pueden comer en un día con lo que cuestan las habitaciones de hotel de los que participan en las cumbres mundiales? Siempre se me han dado mal las matemáticas. A los unos y los otros parece que también. Es normal. Cuando la gente tiene más dinero del que puede contar, la cosa empieza a ser difícil de llevar. Por mi parte, siento no tener valor para fustigarme con el látigo redentor y así lavar todos mis pecados, que aún no sé muy bien cuales son. Ni los de la inmensa mayoría de la gente que sólo aspira a vivir tranquila. Siempre he creído en el ser humano como individualidad. Nunca he creído en el ser humano como ser social. Es una pena que el tiempo este dándome la razón. Según los entendidos, corren malos tiempos. Ese empeño absurdo de los estamentos en convertirse en guardianes permanentes de cada movimiento que realizamos, empezó como una broma y, poco a poco, al abrigo de la palabra democracia y otras palabras conciliadoras, adoctrinándonos más y más, los pastores fueron llevando a su rebaño por el buen camino. El espectáculo, si no fuera por tantos dramas humanos, parece una comedia mal escrita. Pero siempre he pensado que el llanto está tan cerca de la risa, y viceversa. Por eso, aunque se empeñen en mantener un eterno llanto, todos vamos al mismo lugar; no merece la pena dejar de reír.  Además (que no se entere nadie) aún queda el arte para demostrar que, a pesar de sus locos afanes de grandeza, existen mujeres y hombres que tiene un espíritu libre y creador. Algo que jamás podrán controlar ni enterrar con sus normas y sus impuestos. Cuando la voz del último poeta deje de sonar; entonces, si ese día llega, todo habrá muerto. Mientras tanto, seguiré riendo al mundo para atenuar el llanto que late en mi interior por pertenecer a esta extraña especie animal que se aniquila, se degrada y se entierra a si misma en el pozo de la soberbia y la vanidad.


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