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Mostrando entradas de marzo, 2013

CONVERSACIONES CON SENIA (VI) La noche y los sueños

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-Vuelve la noche, Julio.    -Si, regresa otra vez.     -Yo amo la noche. ¿Y tú?     -Lo ha sido casi todo para mí. Es un reino de silencio. Vacío que he podido llenar con sonidos y palabras como las que ahora escribo.     -No te veo escribir.     -Es cierto. Estoy hablando contigo.     -¿La noche ha sido para ti un elemento de inspiración?     -No en si misma. Ha sido y es un lugar en el que parece imposible que nadie pueda quebrantar la soledad buscada. Tú de eso sabes mucho, Senia. Aquí sola siempre, al atardecer, junto al río. A veces me pregunto cómo serás a la luz del día.     -¿Y tú? ¿Cómo eres a la luz del día?     -Mejor que no te lo explique.     -¿Por qué?     -Las sombras de la noche siempre favorecen los rostros quebrados por los años.     -Venga, hombre. Lo dices para que salga de mi boca algún cumplido. Cualquiera diría que eres un anciano.     -No, no lo soy. Ni pongo demasiado empeño en llegar a esa etapa. Pero, gracias a la noche, y debido

CONVERSACIONES CON SENIA (V)

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    Advierto en los ojos de Senia cierto brillo. Lágrimas retenidas al borde mismo del precipicio de una mirada que no merece ser manchada por otro llanto que no sea el de la alegría. La observo en silencio. Respetando su emoción desconocida para mí. Cuando una lágrima comienza a deslizarse lentamente, silente, trazando una armoniosa trayectoria por el bello rostro, acerco mi mano y dejo que se pose sobre mi piel.     -¿Cuánto tiempo necesita un ser humano para poder entender que la vida es una leve línea interseccionada por infinidad de trayectorias?     -No lo sé. Si lo supiera, te lo explicaría para no verte llorar.     -Es todo tan poco “humano”. ¿No crees, Julio?     -La humanidad es, como todo lo que ha construido el hombre, un gran despropósito.     Mientras crecemos nos van adoctrinando y aleccionando con un discurso preestablecido sobre la naturaleza del bien y el mal, sobre conceptos en diferentes ámbitos y facetas. Poco a poco, vas comprendiendo que nada era com

CONVERSACIONES CON SENIA (IV) - HORAS MUERTAS

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    -Todo día tiene fragmentos de tiempo que son propicios para la soledad. ¿No crees, Senia?     -No sé muy bien a qué te refieres.     -Solía llamarles Horas Muertas. Aunque, en realidad, no son horas. Dependiendo del lugar, la época del año y otros muchos factores, pueden ser segundos, minutos…     -Así que, fragmentos de tiempo propicios para la soledad. Cuando escucho, Horas Muertas, me suena a momentos vacíos, sin intensidad, decadentes.     -Podría ser, Senia. Pero no me refiero la acepción habitual del término. Sino a esos instantes que dejan al ser humano por unos momentos sólo, e incluso indefenso. Imagínate, en una ciudad de clima mediterráneo en verano, el tiempo que va desde que la mayoría de la gente se retira a sus casas o a los restaurantes para comer, hasta que las calles se empiezan a llenar de nuevo porque vuelven a sus trabajos o simplemente a pasear. ¿Nunca has tenido esa sensación?     -No de ese modo.     -Es verano, son las dos del mediodía, tu pa

CONVERSACIONES CON SENIA (III)

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     -Hola, Senia.     -Hola, Julio. ¿Qué tal hoy?      -Bien ¿Y tú?     -Bien.     -En la otra orilla del río hay árboles que se han quedado sin sombra. He visto como los movía el viento, y ni rastro de mancha en el suelo donde han echado raíces, a pesar del sol que lucía.     -¿Y eso te inquieta?     -Me provoca cierto desasosiego.     -Bueno, Julio; eso acaba pasando. Mira Pessoa, tan tranquilo, sentado a la puerta del Café A Brasileira, allí, en la bella Lisboa.     -¡Que recuerdos, Senia! ¿Sabes que yo estuve sentado junto a él?     -Lo sé. Me lo has contado.     -Entrañable Lisboa. Un eterno fado suena en cada esquina de sus calles plagadas de historia, mientras el Tajo, el Mar de la Paja, devuelve los destellos del sol, como enviando una sonrisa a la antigua ciudad curtida en mil batallas.     -Este río que pasa junto a nosotros es mucho más pequeño.      -“La orilla blanca, la orilla negra”     -¿De qué hablas, Julio?     -Nada. Eres demasiado jove

CONVERSACIONES CON SENIA (II)

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     -Te observo bajo la luz tenue de las farolas, y me parece estar viendo en ti, Senia, otros rostros de hace…    -¡No lo digas, Julio! El tiempo es un mero espejismo que ha inventado alguien que prefería verlo pasar a vivirlo con intensidad.    -Es posible que tengas razón.    -Mira, Julio. Es de noche. Aquí, a la orilla del río, cuyas aguas no podemos apenas ver, el tiempo yace suspendido en el arrullo de su continuo fluir.    -Si no existiera alguien como tú, Senia, tendrían que inventarte los poetas.    -La poesía yace ahogada en un mar de cifras y discursos enmarañados.    -Nunca fueron buenos tiempos para la lírica. ¡Ah, mujer, mujer! Pequeña joya, espejismo sin dueño.    -La vida, Julio, se divide en dos tipos de personas. Aquellas que miran su ombligo, y aquellas que miran más allá del horizonte.    -Nos han privado cada vez más de mirar más allá del horizonte, Senia.    -Si. Pero yo aún veo en tu mirada esa búsqueda.    -Se han cansado de proclamar una

CONVERSACIONES CON SENIA

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-¿Bajan turbias las aguas del río? -Si, Julio. Demasiado turbias, diría yo. -Apenas quedan hojas de otoño en los parques. Dicen que está a punto de llegar la primavera; pero el humus que han formado los cadáveres de esas hojas otoñales, pronostican una primavera incierta.  -Es posible, Julio. Pero ¿hay algo cierto en la vida? -En eso tienes razón. De incertidumbre en incertidumbre han ido pasando los años, como las aguas de este río. -El tiempo no tiene escrúpulos, y los hombres no tiene tiempo. Aunque algunos crean ser dueños de él. -Si. Es cierto. Tic, tac, tic, tac. Me parece que aún está sonando aquel reloj que marcaba las horas en el viejo cuarto. -¿Qué cuarto, Julio? -Tienes razón. Ya no existe. Hay tantas cosas que ya no existen. -Las cosas existen en nuestra mente y poco más. -Eres demasiado tajante, Senia. -Esas hojas de otoño que antes has mencionado, de las que ya no queda nada; siguen viviendo en tu mente. -¿Y los otros? -¿Qué otros, Julio? -L