CONVERSACIONES CON SENIA (III)
-Hola, Senia.
-Hola, Julio. ¿Qué tal hoy?
-Bien ¿Y tú?
-Bien.
-Bien.
-En la otra orilla del río hay árboles que
se han quedado sin sombra. He visto como los movía el viento, y ni rastro de
mancha en el suelo donde han echado raíces, a pesar del sol que lucía.
-¿Y eso te inquieta?
-Me provoca cierto desasosiego.
-Bueno, Julio; eso acaba pasando. Mira
Pessoa, tan tranquilo, sentado a la puerta del Café A Brasileira, allí, en la
bella Lisboa.
-¡Que recuerdos, Senia! ¿Sabes que yo
estuve sentado junto a él?
-Lo sé. Me lo has contado.
-Entrañable Lisboa. Un eterno fado suena en
cada esquina de sus calles plagadas de historia, mientras el Tajo, el Mar de la
Paja, devuelve los destellos del sol, como enviando una sonrisa a la antigua ciudad
curtida en mil batallas.
-Este río que pasa junto a nosotros es
mucho más pequeño.
-“La orilla blanca, la orilla negra”
-¿De qué hablas, Julio?
-Nada. Eres demasiado joven. Es una canción
que escuchaba cuando era niño, y provocaba en mí una gran tristeza. Hablaba de
la guerra, de banderas, de metralla, de heridos…
-Pensé que cuando eras niño, escuchabas
canciones infantiles.
-Bueno, algunas. Pero… aquella canción… Más
tarde supe que la cantaba Iva Zanicchi. Es una cantante italiana. Parece ser
que es la única intérprete de la historia de la canción italiana que ha ganado
tres veces el Festival de San Remo.
En fin, eso es irrelevante. Me estoy
perdiendo y te estoy aburriendo.
-Tú nunca me aburres, Julio.
-Eso es lo bueno que tienes; eres tan
comprensiva. Demasiado, diría yo. Hermosa, inteligente, comprensiva. Muchas
cualidades. ¿Eres de verdad?
-¿Tú que crees? Me estás agarrando por la
cintura.
-Es cierto. Apenas si me había dado cuenta.
-Así que hay árboles que no tenían sombra.
-Probablemente la haya arrastrado la
corriente. Hoy el río baja con bastante fuerza.
-No te preocupes tanto por los árboles,
Julio. Están acostumbrados a los días grises.
-En realidad me preocupo por los que
necesitan esa sombra para cobijarse. Yo la he necesitado muchas veces. Todos
acabamos necesitando una sombra cuando el calor es asfixiante, o al menos nos
lo parece.
-Por eso han talado tantos y tantos.
-Es posible que tengas razón, Senia. El
bosque les parece innecesario, teniendo las moles de edificios que brotan en la
ciudad.
-Pero que sombra más triste es la que da un
edificio.
-Si, muy triste. Como decía la canción,
¿cuando se hará un alto? ¿Cuándo?
Por cierto, tienes una cintura estupenda.
-Parece que puede haber temporal esa noche,
Julio.
-Si, parece que si.
FOTO DE JULIO MARIÑAS |
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