DE LA NATURALEZA DEL SER HUMANO - EL BIEN Y EL MAL
La fuente esencial de la que se nutre toda discrepancia o conflicto
entre los seres humanos radica básicamente en los principios del bien y del
mal. Conceptos ambos antagónicos, a la vez que simbióticos, porque beben el uno
del otro y se alimentan mutuamente con asiduidad y fruición a lo largo de la
historia de la humanidad. El principal error que ha llevado y sigue llevando a
las sociedades y pueblos a un continuo conflicto, radica en la apropiación
indebida de uno de estos dos términos, tan distintos y tan iguales a la vez, y
su aplicación práctica en el liderazgo de las gentes. Evidentemente, al tratar
del bien y el mal, nos vemos abocados a definirlos. Pero en esa misma disección
del significado de cada uno de ellos, radicaría el verdadero fallo, ya que
invalidaría nuestra imparcialidad acerca del tema. Dos conceptos que pueden
utilizarse como paralelos, que no iguales, sería la verdad y la mentira. Dicho
esto, la verdad de un individuo entrañaría el bien desde su perspectiva
particular; aunque esa verdad pudiese fácilmente no ser el bien en sí misma, y
ser catalogada por otros individuos como mal. Porque la ética y la moral que se
presupone en los humanos, varía mucho, fundamentalmente en relación al núcleo geográfico,
social y cultural en que nazcan, crezcan y habiten. Una vez posicionado acerca
de un tema concreto de acuerdo a sus principios, surgen diversas variantes.
Pero podemos decir que son dos prototipos los esenciales a la hora de
posicionarse. El que cree que está en posesión de la verdad y del lado del bien
o del mal, y el que piensa que no está en posesión de la verdad pero hace creer
a los demás que está convencido de ello. Estos últimos individuos pueden acabar
desembocando en otra variante, es la de aquel que no creyendo estar en posesión
de la verdad, ha hecho creer a los demás que si lo estaba, y ha acabado
creyéndose en posesión de la misma.
Con estas pocas premisas nos situamos en el siglo XXI. La sociedad está
cada vez más radicalizada y posicionada a través de los conceptos del bien y
del mal. De tal modo que “Si no estás conmigo, estás contra mí”. La supuesta
pluralidad de posturas es una ficción y, cada vez más, surgen posturas
antagónicas que se afilian a una corriente u otra, sin posibles vías
intermedias ni bifurcaciones. Al mismo tiempo, los pensamientos son sujetos a
infinitas y contradictorias interpretaciones con el fin de elevar o destruir
dichas ideas.
Por ejemplo: Alguien expone una opinión concreta y determinante. “Me
gusta ir a la playa en verano y contemplar los cuerpos jóvenes y vigorosos”.
Una frase tan sencilla como esta, puede suponer la desacreditación o el
enaltecimiento de la persona. De ella se pueden extraer infinitas conclusiones
a favor o en contra. Verbigracia: Es una persona saludable y adora la juventud –
Sólo va a la playa para observar y excitarse con la visión de los cuerpos. Es
una persona amante del mar y la gentes de la costa – Detesta la montaña y las
gentes del interior. Le gusta el verano y el buen tiempo – Detesta el invierno
y la lluvia.
Todos estos enunciados a favor o en contra, están haciendo un juicio de
valor, que no está implícito en la frase, sobre la persona que la ha enunciado,
sin conocerla. Aunque los juicios en sí mismos no son malos ni buenos, si
posicionan la imagen de la persona que ha dicho la frase en un pensamiento o
acción muy determinado; dejándola expuesta a unos juicios por parte de los
demás que, sin más informaciones ni enunciados diferentes, se emitirían
teniendo sólo una visión muy parcial del pensamiento de quien ha dicho la
frase.
Llegados a este punto, volvemos al lugar de
siempre. La visión general y ecléctica de las palabras y los hechos, es lo que
nos puede dar una aproximación a las personas. Pero, aun así ¿cómo podemos
juzgar a alguien sin estar seguros de conocernos a nosotros mismos? ¿Soy el
mismo de hace veinte años? ¿El ser humano –por el hecho de ser racional y
pensar- no está en continua evolución, lo que implica una variación en sus
ideas y conceptos? ¿Lo negro es tan negro y lo blanco es tan blanco como nos quieren
hacer ver? Fuera de las creencias de cada uno ¿quién determina el bien o el mal
como conceptos globales, válidos y aplicables a cada individuo o colectivos?
Por suerte, ni lo blanco es tan blanco, ni lo negro tan negro. Siguen
queriendo hacernos creer que sólo hay una, o como máximo dos salidas para cada
conflicto o dilema que se plantea a la sociedad. Pero es falso. Las
alternativas existen.
Se tiende a un pensamiento globalizador en pos de la concordia y todo un
entramado social preestablecido que alimenta a la gran bestia que es el poder.
El individuo como ente independiente, cada vez tiene menos valor. Sólo algunos colectivos
dan atisbos de tener energías para intentar emprender acciones favorables a
otras visiones de la realidad. Pero el sistema está estructurado de tal manera
que, si no cumples todos los requisitos decretados por las altas esferas,
acabas diluyéndote en un mar de confusión y desencanto.
En otras épocas, el mal desde la perspectiva del pueblo, estaba muy
definido. Podía llegar cabalgando en corceles y arrasaba todo a su paso. Podía
ser ejercido por líderes que no ocultaban su tiranía y la opulencia con la que
vivían, mientras las gentes estaban esclavizadas. Hoy, el mal viaja disfrazado;
acecha en cada esquina bajo la máscara de lo políticamente correcto y la
disertación vacua. Hemos engendrado una sociedad temerosa, desconfiada,
insegura. Como si “Nadie parece ser quien dice que es, ni piensa lo que dice
pensar”.
Y en ese juego de conflictos entre el bien y el mal, la cultura parece
resistirse a morir y a aceptar el desprecio al que está siendo sometida. Golpeada
por muchos. Desde los que dicen ser escritores porque escriben libros, hasta
los que dicen ser cantantes porque tienen un micrófono en la mano, pasando por
los que se creen muy inteligentes porque han llegado a ocupar un puesto
relevante que les permite jugar con los creadores y los intérpretes.
Ahí radica el verdadero peligro. En las
nuevas generaciones que no han conocido los pilares de la construcción del
arte, las columnas que sostienen todo un acervo cultural a través de los
siglos, el arduo camino que se ha recorrido para tener un patrimonio artístico.
Sin referentes, en unas décadas, los conceptos del bien y del mal se limitarán
a un “Si me interesa” o un “No me interesa”; con independencia de cuestiones
éticas y morales. Sólo por el mero capricho personal. Evitar esto está en las
manos de aquellos que, de un modo u otro, intentamos hacer un arte sin barreras
ni colores. Porque la verdadera libertad radica en que existan estos, y los
otros; pero, además, los otros y los otros…
El bien y el mal se confunden y entremezclan. Probablemente estas líneas
que escribo no sean tan justas ni tan verdaderas como pretendo. Acaso existan
otras visiones tan legítimas y más enriquecedoras. Pero, quien habla con su
verdad y sin máscaras, en el momento de hacerlo, tiene que estar por encima del
bien y del mal, entendido como puntos inamovibles y extremos.
Al final, la vida es una sutil línea que acaba siempre en un horizonte
jamás alcanzado.
FOTO DE JULIO MARIÑAS |
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