EL ROMANTICISMO DE LOS SENTIMIENTOS (REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - XXXII)
Preservar el romanticismo de los sentimientos profundos que han
conformado el periplo vital es el mayor logro que puede alcanzar el ser humano,
frente al inevitable aumento de la frialdad que las crudas vivencias nos van
insuflando. Sólo así puede uno salvarse de no caer en la vorágine de una
sociedad mecanizada hasta en los elementos más cercanos a los sentimientos.
Conservar un rincón para cultivar esas sensaciones es lo único que nos puede
permitir seguir soñando. La cruda realidad de la finitud de lo humano nos aboca
sin remedio a un desasosiego latente que condiciona todas nuestras acciones y
reflexiones. Así, unos buscan la liberación de la dramática evidencia de la
muerte en la fe en una vida después de la decrepitud y extinción física, y
otros la buscan en filosofías que relativizan la importancia del hecho luctuoso.
La segunda lectura de estas posiciones muy respetables y lícitas, es que en la
mayoría de los casos se radicalizan en sus pensamientos y se cierran sobre si
mismas; de tal modo que, el mundo tiene una única visión que condiciona todo el
hecho existencial; hasta el punto de querer imponer a los demás dichas
creencias o ideas. Así las sociedades se van conformando alrededor de ellas en
un complejo sistema que tiende a la anulación del individuo y la personalidad
de cada uno, en favor de los respectivos colectivos. A lo largo de la historia
del homo sapiens, los colectivos han cometido el error de fagocitar a todos
aquellos que llegaban a sus lindes o se cruzaban en su camino, en aras de tener
la exclusividad de la fe o la exclusividad de las ideas. La dictadura ética y
moral, además de acabar generando un alto grado de agresividad, siempre termina
transformándose en un monstruo de infinitas cabezas en el que, cada uno de los
individuos del colectivo, se cree capaz de ser juez y parte en lo que atañe a
todos sus semejantes. Esto conduce a un proceso de encumbramiento de la vanidad
y la soberbia que se erigen como los males endémicos de una sociedad en
combustión; frente a la humildad y sencillez que deberían de ser las virtudes a
seguir. También propicia que, el individuo que no sigue los esquemas y
preceptos sociales convenidos sea condenado al aislamiento por parte de sus
semejantes, por ser un elemento molesto y revelador del letargo que asiste al
ser humano. Todo aquello que invita a pensar al homo sapiens del siglo XXI pasa
desapercibido o se ignora convenientemente, a fin de poder seguir en “la
fiesta” y no sentir las convulsiones que la conciencia o el intelecto pueden
provocar en su interior. Los seres humanos prefieren acudir a lo rápido,
concreto, y olvidarse de todo aquello que pueda ralentizar el frenético mundo
en que vivimos. Los cincos sentidos, y hasta un sexto sentido, quedan relegados
al más absoluto desprecio por un sistema humano con mil ramificaciones que se
sectarizan y deciden pensar por nosotros y sentir por nosotros. Preservar el romanticismo de los
sentimientos profundos que han conformado el periplo vital es el mayor logro
que puede alcanzar el ser humano. Como en un viaje hacia la verdadera esencia,
el artista auténtico busca en su interior esos sentimientos; mientras el mundo
gira en su absurda parodia. Vive en un mundo olvidado por los sistemas
establecidos, imbuido en la creación y el sueño.
FOTO DE JULIO MARIÑAS |
Se agradecen reflexiones de este tipo en tiempos casi áridos. Saludos, Julio
ResponderEliminarGracias, Esther. Un saludo.
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