EL ÚLTIMO ALIENTO (EN LA NOCHE - XI)
A cualquier hora, en cualquier
lugar, inesperadamente, con sutileza, tal vez con brusquedad, bajo la noche sin
luna, cuando el sol esté brillando, al abrigo del lecho, en el bullicio de la
urbe, frente al mar de los sueños, descendiendo las cumbres del desencanto,
ascendiendo por senderos mágicos; de un modo u otro, llegará. Posará su firme y
huesuda mano sobre mí y, al hacerlo, todo lo vivido se disipará envuelto en la
bruma del último ocaso. Quedarán mis escritos hieráticos y mudos sobre los
anaqueles, solemnes los pentagramas con mi música guardarán respetuoso
silencio. Y libros a medio leer esperarán en vano mi mano ansiosa sobre sus
páginas. Encapuchada con su negro sayal invadirá mi yo sin compasión. El filo
de su guadaña brillará amenazante disuadiendo de cualquier esperanza. Y la
clepsidra que contaba mis días quedará sin el líquido elemento. Todo lo que
creí mío se dispersará en otras manos, otros ojos, otros sueños; o simplemente
sufrirá mi ausencia involuntaria. El otoño volverá de nuevo jugando con las
hojas vencidas del recuerdo, mientras papeles a medio escribir serán llevados
por el frío viento del Norte a los Lugares Olvidados por los Dioses. La melodía
que juntos compartimos sonará cada vez más lejana hasta diluirse en la suave
brisa de los días. Y todo lo que soy residirá en una efímera lágrima apenas
esbozada en la cruel primavera ajena a mis angustias. Girará el planeta sobre
el leve recuerdo de mis noches. Las calles donde sentí el aliento salvaje de
los dorados días, darán asilo a otras gentes
y sus historias. Y los besos que di no tendrán dueño, ni los abrazos
podrán asir el cuerpo amigo. Todo será vacío en las esferas del infinito manto
del universo ignoto. Y seguirá la vida con su canción sin tonalidad ni
modalidad plausible. Incierta melodía que baila con la muerte en una danza
eterna sobre la noche de los tiempos.
FOTO DE JULIO MARIÑAS |
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