RELATOS ROTOS - II - RITMOS PERSISTENTES
Los amantes están sentados en el banco del parque, la cabeza del amante
en el pecho de la amada escucha los latidos del corazón. Mientras la ternura
envuelve a los jóvenes enamorados, hay otros ritmos persistentes que agreden el
oído en habitaciones de hospital, porque son de corazones ya gastados, ahí, en
el final, cuando todo está decidido; aunque insultante la calle sigue bullendo
de sueños, ilusiones e intensidad; ajenos los viandantes a los dramas gestados
en cuartos asépticos. Todo está mucho más cercano de lo que imaginamos. Fluye
el tiempo en el reloj de pared, sonoro tic-tac quebrador del silencio y la
oscuridad de los hogares vacíos, abandonados por sus habitantes aún a su pesar,
rumbo a esperanzas hospitalarias, cuando la vida ya no es tan nuestra y late en
las manos de otros. Siguen habitando en su paz los amantes del parque
aprovechando el sol de primavera. Ha sus oídos llega el persistente ritmo del
redoble de un tambor, seco, expeditivo, dando paso a la marcha fúnebre que
ambienta la procesión, negras vestimentas detrás del féretro. Ya todo se ha
consumado. Los pájaros insultantes cantan en las ramas de los árboles que
alivian con su sombra el discurrir de los asistentes al paso del ataúd. Los
amantes abandonan el parque y se dirigen al malecón cercano. Bate el mar con
suavidad en las pétreas escaleras vestidas de algas, verde tupido, rítmica
espuma con aromas de libertad. Los golpes acompasados de unos remos distraen a
los jóvenes de sus besos. Ahora es el tiempo. Pero un día ese mar será gris,
llegarán las tormentas. No muy lejos, las palas de los enterradores cierran la tapa
del nicho con mecánica indiferencia. Una historia termina. El cielo ha
comenzado a oscurecerse con unas nubes amenazantes. La lluvia apenas esbozada
es suficiente para que una gota rítmica y persistente comience a caer sobre un
libro abierto olvidado por algún asistente al sepelio, o por algún amante
despechado, o por el mismo destino, para que sus hojas acaben empapándose del
triste paso de los días cautivos por los ritmos incesantes de la vida. De la
vida, y la muerte.
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