TU PRIMAVERA EN MI OTOÑO - A MI SOBRINO MARIO
La infancia que atesoras se dibuja
ante mí como un sueño. Tus tres primaveras se reflejan diáfanas en mis ojos
ya cansados de tanto contemplar risas y llantos. Reside en tus tiernas maneras
ese sabor a lejanos tiempos en que la vida me acogía generosa al abrigo de unos
brazos maternales. Por el pasillo de entonces los recuerdos transitan como
zombis extraviados. Sus ojos brillan en la oscuridad sedientos de los tiempos
donde vivir era una aventura insolente y temeraria. Cuando ríes, el niño de
antaño late en mi pecho como queriendo aflorar en vano en una búsqueda del tiempo
perdido estéril y sólo posible ante un Proust evocador. Cuando lloras, las
lágrimas recorren silentes los recónditos lugares de mi alma donde habitan los
llantos que derramé y que por mi derramaron. Brillan tus tres primaveras de vida en
este ocaso mágico de otoño, mientras el sol ahoga en el mar un nuevo día.
Parece que mañana despertaré en la lejana infancia contemplando el rostro de mi
madre y subiré la cuesta que llevaba a la escuela; una vez más, como otro día
cualquiera. Porque, sobrino, si alguna definición es posible para explicar
mínimamente lo que es la vida, tal vez lo más acertado sea decir “Algunas
mañanas de esperanza, los caminos que recorrimos sin llegar nunca a nuestros
destino y unos cuantos ocasos que pugnan por ser definitivos”. Pero en ti hoy,
como en las más bellas historias iniciadas, late el mágico mundo de los sueños;
nubes blancas, cielos azules y mares calmos; la historia de una vida que se
asoma al umbral de un nuevo horizonte por conquistar; en un eterno vals que abraza
el universo.
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