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Mostrando entradas de 2015

UNA MALETA Y LA LUNA - XXX

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      La literatura tiene algo de siniestro. Todo arte es una forma de jugar a ser un dios, bien benefactor bien maléfico. Todo está admitido en la palabra escrita generadora de historias. Desde la escritura se puede ensalzar al más ínfimo y patético de los seres humanos, o despreciar   y ningunear al más grande de los hombres. Esa es la grandeza y la miseria de la literatura. Las gentes de mi generación tuvimos que aprender con gran dolor que no siempre la literatura, el cine o el teatro, eran camino artísticos de paz y luminiscencia, que había senderos tétricos, siniestros; finales que nunca nadie nos había enseñado. Cuando apenas comenzaba a leer, tenía el extraño hábito de acercar mis pasos al pequeño mueble de madera de mi abuelo donde, entre otros libros, había un ejemplar de la biblia. Un día me atreví a abrir aquel arcano ejemplar de hojas finas con bordes rojos y tapas negras. Fue por el Apocalipsis y, puso ante mis ojos, mientras torpemente leía sus líneas, un escenar

UNA MALETA Y LA LUNA - XXIX

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    -Se acuerdan de la idea que tuvimos hace algún tiempo. Pues aquí tienen la maleta de la que les hable. Metamos en esta maleta algo de cada uno de nosotros que haya sido fundamental en nuestra existencia.       -¿De dónde ha sacado esa maleta, Doctor?     -Era de mi bisabuelo, Señor Director.     -Fue muy viajero su bisabuelo.     -Mucho, Poeta. Dicen que recorrió tres veces el mundo.     -¿Tres veces?     -Sí, Abogado; tres veces.     -Un aventurero.     - Mi bisabuelo odiaba esa palabra. Prefería que lo llamaran observador de la vida.     -Demasiado larga.     -Cierto, Poeta.     - Observiajador , podría valer.     -¡Qué horror, Señor Director!     -La lengua nunca ha sido mi fuerte.     -Ni la invención.     -Por una vez estoy de acuerdo con usted, Abogado.       -Bueno, veo que la broma de las pasada tertulias, se la ha tomado en serio, Doctor.     -¿Qué se creía, Abogado?     -Y pretende que traigamos algo para meter en esa maleta.   

UNA MALETA Y LA LUNA - XXVIII

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    Con esa característica de mostrarnos siempre la misma cara, la luna tiene algo íntimo y evocador. Esta que ahora contemplo es de idéntico aspecto a la de aquella noche lejana cuando me perdí en el bosque. Era un adolescente inquieto que siempre tenía predilección por lugares solitarios. Habíamos acampado nuestras tiendas junto al lago en una zona poco frecuentada por los turistas. Fue un fin de semana inolvidable. La noche que decidí alejarme del campamento para caminar bajo la luna llena, puso una nota de inquietud en aquel verano que siempre recuerdo con agrado. No había recorrido más de doscientos metros cuando los sonidos nocturnos comenzaron a cobrar una presencia inusitada. Aquí y allá surgían sin previo aviso; el ulular de los búhos, el sutil movimiento de una rama desplazada al emprender el vuelo una lechuza, los ruidos provocados por los roedores al moverse inquietos entre la hojarasca. Fueron sensaciones encontradas de una placidez tenebrosa. Hasta ese preciso ins

UNA MALETA Y LA LUNA - XXVII

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    Camino el pasillo polvoriento. Nada que ver con la planta inferior de la casa. Olor a humedad y desamparo. Penumbra áspera. Las ratas transitan nerviosas rozando sus peludos cuerpos con los rodapiés. Arañas petrificadas sobre telas de siempre levemente balanceadas por la brisa que entra por pequeñas ventanas sin vestir. Frío y resignada pesadumbre imprime el entorno hostil. Después de la pulcritud y ostentación del gran salón de la planta inferior, este mundo lóbrego y desamparado provoca en mí un rotundo estado de ansiedad. De repente, un gran temblor lo sacude todo con fuerza inusitada y el ruido ensordecedor del trueno retumba en mis tímpanos. He llegado al pequeño cuarto del ático sin apenas percatarme. Por la claraboya se deja ver la titilante luminiscencia de los rayos que sin duda estarán decorando la negrura del firmamento en esta noche larga y premonitoria. Mi tío era un hombre de pocas palabras. El rey del monosílabo. En raras ocasiones habría la boca para art

UNA MALETA Y LA LUNA - XXVI

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   Subo lentamente las escaleras que llevan al piso superior donde, al final de un estrecho pasillo, se accede al desván. Desde aquí veo en la parte baja el imponente salón con su recia mesa de maderas nobles, refugio de los cuatro cadáveres hieráticos, tal vez ajenos a este ahora. También puedo observar como en una de las paredes cuelga una pintura al óleo que representa la muerte de Julio César; en el centro la estatua de Pompeyo, delante de la cual se está perpetrando el magnicidio en una escena de gran violencia plasmada con gruesas y bruscas pinceladas; ya ha recibido algunas de las veintitrés puñaladas que acabarían con su vida y los blancos ropajes de Julio César están teñidos de un rojo profundo e intenso de sangre; a pesar de ello, en su rostro crispado, aunque sus ojos tienen el brillo de la muerte, hay un gesto de desafío hacia sus asesinos y hacia el propio destino, acentuado por unos antebrazos musculados que, a pesar de sus cincuenta y seis años, aun conservan e

UNA MALETA Y LA LUNA - XXV - EL ADIÓS A LA VIDA DEL SEÑOR DIRECTOR

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El adiós a la vida del señor director (Del triunfo y el fracaso)     Acaba el concierto; con paso elegante, después de saludar correspondiendo a los aplausos del público, el Señor Director abandona el escenario; cae el telón; ya en el camerino, con posterioridad a recibir las felicitaciones de unos y otros, se desprende de su traje, enfunda su ropa de calle y cubriéndose con un abrigo abandona el teatro; al salir, el frío intenso de la noche invernal golpea su cara; a medida que deja la avenida principal y toma las calles menos transitadas, el silencio en sus oídos cobra un protagonismo inusitado, como si después del polifónico maremágnum orquestal, de los aplausos de un público entregado, la ausencia de fuertes sonoridades convirtiese el silencio en algo hiriente y, de algún modo, sonoro; con una sorda sonoridad, algo difícil de explicar, pero que la mayoría de los profesionales que se han subido a un escenario ante el público conocen; un vacío pesado invade ese silencio q

UNA MALETA Y LA LUNA - XXIV - LA AGONÍA DEL DOCTOR

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La agonía del DOCTOR (DE LA CRUELDAD Y EL DESAMOR)     -Pensabas que no te ibas a morir nunca, viejo imbécil. Pues, ya lo ves, estás en las últimas.     -Estúpida mujer. No sé cómo no me divorcié de ti.     -¡Ja! Pobrecito. Voy a ser una viuda muy solicitada.     -Eras una joven preciosa y sencilla cuando nos conocimos. Mira en que te has convertido. Esos amigos tuyos. Política y más política.     -Estás jodidamente agonizante y aún tienes veneno en esa lengua. Siempre me gustó la política. ¿Sabes por qué?     -Sí, lo sé muy bien. Porque la política es el sucedáneo de arte que consiste en hacer que las gentes y los pueblos se enfrenten entre sí, mientras unos cuantos desde sus cómodos sillones se hacen ricos a costa de los trabajadores. Y tú te has convertido en uno de esos cuantos, que, por cierto, cada vez son más cuantos; aunque siempre muchos menos que la inmensa mayoría de la gente que pasa penurias.    -¡Púdrete! A ti lo único que te ha interesado es

UNA MALETA Y LA LUNA - XXIII - LOS ÚLTIMOS INSTANTES EN LA VIDA DE UN ABOGADO

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Los últimos instantes en la vida de un abogado (DEL ADIÓS Y LA NOSTALGIA)       -Ahora que estoy aquí, postrado en esta cama; cuando la esperanza es un concepto inútil para mí y las fuerzas me abandona sin remedio; parece que los sentidos se agudizan para evocar…     -No debes hablar mucho. Te fatigas demasiado.     -No sé si es la observación más adecuada para un moribundo.     - Perdona.     -No te preocupes. Lo entiendo. Pero, ¿sabes?, es curioso como los recuerdos se agolpan con suavidad inusitada dentro de mí. Me veo caminando las viejas calles de la ciudad; con nitidez observo las fachadas negras de los antiguos edificios castigados por el tiempo; sobre las balconadas descansan serenas las palomas ajenas al abandono de las viejas construcciones. Me invade entonces una profunda nostalgia. Ya ves. Te parecerá una tontería.     -Me parece profundo y desasosegante.     -No te preocupes. Yo veo el cine abandonado con nostalgia y emoción placentera

UNA MALETA Y LA LUNA – XXII - CUANDO EL POETA SE VA

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  CUANDO EL POETA SE VA (Del amor y la ausencia)     Como un verso truncado, súbitamente la tinta detenida sobre el papel amarillento; así quedaron la últimas palabras vertidas por el Poeta antes de su adiós. Ella regresa a casa después del duelo contenido para enfrentarse al vacío que deja el amante ausente. Un reloj de pared rompe el silencio de la estancia en penumbra. Los muertos tienen la fea costumbre de partir sin equipaje, y dejan sus cosas tal como las vivieron en el último instante de ser usadas. En la mesilla hay un libro que jamás volverá a sentir las manos del ausente. Ella lo abre por donde iba el Poeta en su lectura. “…Y vio los mares rugir embravecidos desde la proa del recio navío. El mascarón hierático se dejaba golpear por la espuma rabiosa. Entonces lloró, y sus lágrimas se mezclaron con las salinas aguas; lloró por estar tan lejos de casa, de los verdes prados de infancia, de los arroyos acariciantes de juventud; lloró porque su vida ya nunca volv