AL BORDE DEL ABISMO
Tenebroso abismo bajo los pies del caminante. Sima ignota de negrura y
desconsuelo. Contempla el cielo donde habitan las aves de Lautréamont,
Baudelaire y Rimbaud; ocaso descarnado de hiel y fuego espeso. Parado al borde
del abismo, el caminante habla a sus sueños. Siempre hay un ángulo oscuro en el
alma y sus misterios. Parajes solitarios y yermos donde Poe habla a sus
atávicos fantasmas y Kafka desgrana la savia del monstruo que alberga la
conciencia; ente lovecraftiano, inusual destello del delirio. El caminante
eleva su vista más allá, buscando un horizonte quimérico, libre de dolor y
desencanto. Allí, en los mares dorados donde Ulises aún busca aguas plácidas
para atenuar su temor y sus deseos. El caminante descansa al borde del abismo,
mientras todo el pasado huye y se despeña ante sus ojos; como una redención
inesperada; mientras aún hay estrellas brillando en la inmensidad del
firmamento.
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