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Mostrando entradas de septiembre, 2015

UNA MALETA Y LA LUNA - XVII - REFLEXIONES EN COMPAÑÍA DE CUATRO CADÁVERES AMIGOS

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  REFLEXIONES EN COMPAÑÍA DE CUATRO CADÁVERES AMIGOS III – EL DOCTOR DE LA MUERTE Y DE LA TRASCENDENCIA     Tantas veces ha visto la muerte; apagarse el último hálito de vida en los quebrados cuerpos, diluirse en un postrer suspiro llevado por un invisible velo sentenciador; así, Doctor, que podemos esperar de la vida y sus vértices inconclusos, del esférico canto existencial que apenas dura unas jornadas. Como un sueño trazado en el terroso manto de la vida, así nuestra existencia fluye indómita, delirante, arrebatadora; y a veces esa línea oscilante atraviesa frondosos bosques, valles donde brotan manantiales que alimentan arroyos cristalinos, lagos de prístinas aguas; en otras ocasiones, el discurrir vital se ve inmerso en tenebrosas ciénagas, procelosos océanos donde habitan abisales formas evocadoras de atávicos terrores, o en noches de una quietud extrema e insultante sin luna ni ulular de búhos en las ramas; porque, Doctor, la existencia reducida a una compleja y

UNA MALETA Y LA LUNA - XVI - REFLEXIONES EN COMPAÑÍA DE CUATRO CADÁVERES AMIGOS

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     REFLEXIONES EN COMPAÑÍA DE CUATRO CADÁVERES AMIGOS II – EL POETA  DEL AMOR Y DEL SEXO     Unos versos entregados al vacío; como toda la poesía, nacidos en las profundidades del interior sereno; por amor, por deseo, por el inconformismo de no aceptar los límites del lenguaje y el raciocinio; así fragua el Poeta su creación hecha con palabras ensangrentadas, sí, de una sangre espesa, densa como arenas movedizas en un páramo nebuloso; de ahí el riesgo a quedar atrapado por los mismos versos que ambicionan la Libertad y el Amor; que nacen para calmar el alma, en ocasiones para volar como aves sin rumbo, erráticas golondrinas, vencejos o aviones, a los lugares donde nunca amanece; así, el Poeta, exaltado, lascivo, sensual, ebrio de juventud y desvarío, se aferra a las alas del águila que surca majestuosa los cielos de otoños ya vencidos; y crear versos es como amar al amor en toda su extensión que es infinita e inabarcable; esperando que en cada poema enardecido, el coraz

UNA MALETA Y LA LUNA - XV - REFLEXIONES EN COMPAÑÍA DE CUATRO CADÁVERES AMIGOS

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REFLEXIONES EN COMPAÑÍA DE CUATRO CADÁVERES AMIGOS I - EL SEÑOR DIRECTOR  DEL TIEMPO Y DE LA MÚSICA     Desciende la batuta y, con levedad inusitada, el sonido redondo del clarinete flota en el ambiente del colosal auditorio, ligado en medio piano que acaricia el aire llevando a los que escuchan a las regiones mágicas de amaneceres templados, en los límites dulces del ensueño, melodía en tono mayor que sutilmente con una ligera variación de medio tono en una de sus notas, se torna en modo menor; así, perdendosi, el aterciopelado timbre del clarinete en si bemol desciende a su profundo registro grave para dar paso sin solución de continuidad al áspero fagot en cromatismos tétricos, donde los parajes idílicos se tornan espesos matorrales que albergan en su nocturnidad toda la alevosía posible, sombras anónimas entre árboles que salpican el paisaje, colosos de peladas ramas y secos troncos de un gris pálido surcados por incisivas y profundas vetas negras; de las cenizas apen

UNA MALETA Y LA LUNA - XIV

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    En el tétrico salón, con la única compañía de los cuatro cadáveres; tomo conciencia de que estoy vivo. Si ayer me hubiese quedado más tiempo, probablemente estaría muerto como ellos. ¿Por qué no? ¿Qué ha sucedido? La muerte es tan categórica. Cuando se presenta admite pocas disertaciones. Los seres humanos divagamos sobre la existencia y sus conflictos, sobre el Posible Después de la Muerte . Pero, sobre el hecho mismo de la muerte hay poco que decir. Fue el momento vivido en el ático frente a la maleta lo que me quitó las ganas de seguir conversando. Es extraño como el destino sigue haciendo honor a su nombre y nos aboca a situaciones impredecibles. La contraventana que ha quedado entreabierta se bate ligeramente contra el cristal y quebranta el silencio sacándome de mis reflexiones. A pesar de lo dramático de la situación, una fuerza inusitada me incita a subir al ático; ya que la maleta no se va de mi mente.     Tal vez sea el momento de llama

UNA MALETA Y LA LUNA - XIII

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    Una calma súbita hace que el silencio del salón se vuelva espeso. Tal vez sólo sea un mal sueño. Acaso aún este durmiendo en la cama y todo lo que ha sucedido, desde que a mis oídos llegó el estruendo de los golpes que la dueña de la pensión daba en la puerta de la habitación hasta ahora, no sea más que una pesadilla. ¿Cómo diferenciar los sueños de la realidad? Cualquier situación determinada es susceptible de ser soñada. Pero aunque así sea, no conocemos su verdadera naturaleza hasta que despertamos. ¿Y si no hay un despertar? Viendo los hieráticos cadáveres de mis compañeros de tertulia, vuelve a mi mente con nitidez inusitada la primera vez que me recibieron en su grupo y algunas de las cosas que se mencionaron entonces.     -¿Cuál es la aspiración de todo ser humano, llamémosle… de bien?     -La justicia.     -Es muy posible, Doctor. Pero para llegar a ella necesitamos otro concepto mucho más complejo.     -¿Cuál? Abogado.     -La verdad.       -La verdad

UNA MALETA Y LA LUNA - XII

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    A pesar de la actitud abierta de la Señora Asunción hablándome de su niñez, y de mi curiosidad irresistible; hay algo que me impide preguntarle acerca de la solitaria maleta del ático.     -¡Ve! ¡Cerrado a cal y canto!    -¡Venga, venga! ¡Mire por esta rendija de la ventana!     Por suerte, la altura de la anciana no le ha permitido observar con claridad la escena del interior del salón.     -Tenemos que llamar a la policía, Señora Asunción.    -¿Qué dice? No quiero llamar a la policía. Se puede liar la cosa, y aún tengo algunas facturas pendientes…     -Eso es lo de menos.     -¿Qué ha visto?     Un fuerte viento se levanta repentinamente y, en pocos segundos, cobra una intensidad inusitada generando una espesa polvareda que arrastra infinidad de hojas secas. Pierdo de vista a la Señora Asunción. La última imagen que tengo de ella es su diminuto cuerpo cediendo ante el empuje del viento. Extiendo la mano intentando agarrarla, pero ya se ha difuminado entr

UNA MALETA Y LA LUNA - XI

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    Si bien, la Señora Asunción no tiene la enigmática silueta de un Caronte, resulta una extraña compañía en este recorrido matinal, cuando las últimas casas de la ciudad salpicadas en un paraje cada vez más hostil nos van introduciendo en el yermo que conduce a la aislada casona de las afueras. La anciana no disimula su nerviosismo. Sin embargo, tiene ese algo que atesoran los viejos humanos que son sabedores de su inminente final. Es una especie de relativización de cualquier acontecimiento por extraño o impactante que sea. Su actitud acerca estas reliquias vivientes a un punto desconocido para la inmensa mayoría de los mortales; un lugar que parece estar suspendido entre la vida y la muerte, pleno de una sabiduría que sólo puede dar lo vivido.     -Siento haberle despertado.     -No se preocupe.     -Cuando yo era niña, este paseo era mucho más agradable. Ahora es un páramo sin apenas vida; pero entonces era un bosque lleno de hayas y pinos. La casa a la que nos dirigi

UNA MALETA Y LA LUNA - X

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    Es un estruendo ensordecedor lo que me está despertando. Enciendo la luz e intento observar la hora que marca el reloj de la mesilla. Poco a poco, mis ojos aún velados por el sueño consiguen descifrar la posición de las agujas del reloj. Descubro que apenas he dormido tres horas, por eso estoy tan cansado. También me percato de que, ese estruendo que estalla en mis oídos como una gran tormenta, son los golpes que la dueña de la pensión está dando en la puerta de la habitación para intentar despertarme. “¡Está aquí la Señora Asunción!” “¡Dice que es urgente!” Frotándome la cabeza, tambaleante, indeciso; me dirijo a la puerta. La dueña de la pensión, oronda, con el pelo recogido en un moño que tiene trazas de llevar más tiempo del deseable sin lavar; la Señora Asunción, pulcra, diminuta, delgada, cadavérica. Francamente, forman un dúo espantoso para dedicarse a despertar a alguien que, como yo, no ha dormido las horas preceptivas.     -La Señora Asunción está muy nerviosa.

UNA MALETA Y LA LUNA - IX

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    El Meditador de Áticos. Curioso nombre se le ha ocurrido al Doctor para mí. Aún deben de seguir su charla en el viejo caserón de la Señora Asunción. Son una cuadrilla curiosa. Recuerdo la primera vez que me invitaron a su tertulia. Ellos ya maduros; yo un joven con ganas de aprender y descubrir. Nunca olvidaré lo que allí se habló. Cada palabra sigue vigente en mí. Probablemente la mejor tertulia de todas. De hecho, siempre la recuerdo con entusiasmo y precisión. Cuando llegué me recibieron con amabilidad y prosiguieron su charla.     -¿Sabe cuáles son los elementos más dañinos de la sociedad, Doctor?     -Ilústreme, Abogado.     -Al contrario de lo que se pudiese pensar, no son aquellos individuos radicales en los diversos aspectos de la sociedad; que también. Los humanos más dañinos de la sociedad son aquellos que van de una cosa y son otra. ¿Me explico?     -Creo entender.     -Es sencillo. Por ejemplo, un violador disfrazado de correcto padre de familia. Por