UNA MALETA Y LA LUNA - X
Es un estruendo ensordecedor lo que me está
despertando. Enciendo la luz e intento observar la hora que marca el reloj de
la mesilla. Poco a poco, mis ojos aún velados por el sueño consiguen descifrar
la posición de las agujas del reloj. Descubro que apenas he dormido tres horas,
por eso estoy tan cansado. También me percato de que, ese estruendo que estalla
en mis oídos como una gran tormenta, son los golpes que la dueña de la pensión
está dando en la puerta de la habitación para intentar despertarme. “¡Está aquí
la Señora Asunción!” “¡Dice que es urgente!” Frotándome la cabeza, tambaleante,
indeciso; me dirijo a la puerta. La dueña de la pensión, oronda, con el pelo
recogido en un moño que tiene trazas de llevar más tiempo del deseable sin
lavar; la Señora Asunción, pulcra, diminuta, delgada, cadavérica. Francamente,
forman un dúo espantoso para dedicarse a despertar a alguien que, como yo, no
ha dormido las horas preceptivas.
-La Señora Asunción está muy nerviosa.
-Verá; es por sus amigos… la casa que les
he dejado…
-¿Qué sucede?
-No lo sé. Esta mañana, como siempre, he
ido a primera hora, y no he podido abrir la puerta.
-Se habrá equivocado de llave.
-Lo dudo. ¿Cree usted que tengo más llaves
con estas dimensiones? –la Señora Asunción muestra la llave agarrada entre los
dedos pulgar e índice suspendiéndola delante de mi cara. Observo que tiene las
manos grandes y fuertes para su diminuto tamaño.
-¿Y qué quiere que haga? Llame a un
cerrajero.
-Verá, la cuestión es que he mirado por una
de las contras que estaba entreabierta y creo que sus amigos estaban aún alrededor
de la mesa del salón.
-¿Entonces?
-Llamé; pero no me abrieron.
-¿Y qué quiere que haga? Yo los dejé ayer
al atardecer.
-Volví a mirar por la ventana. Allí seguían,
quietos, sin moverse. No podía distinguirlos muy bien; pero juraría que estaban
demasiado quietos.
-¿Demasiado quietos? Señora Asunción, estoy
sin dormir…
-Por favor, antes de llamar a la policía,
me gustaría arreglar esto civilizadamente sin escándalos. Si lo de sus amigos
es que han bebido demasiado y se han burlado de mí, no me importa. Lo único que
quiero es que dejen la casa. El trato era “Sólo al atardecer y hasta las doce
de la noche como máximo”. Siempre lo han cumplido hasta hoy. Yo no quiero
problemas.
-Está bien. La acompañaré.
Mientras me dirijo tambaleante hacia el
caserón de las afueras siguiendo la estela de la Señora Asunción, noto la brisa
del amanecer en mi cara como un halo de fino cuchillo que me hace estremecer.
Observo vagamente entre la neblina matinal el lugar donde estaba la casa
familiar al otro lado de la ensenada. Antes era un promontorio lleno de
vegetación a pie de mar salpicado por algunas casas que, como la mía, eran
habitadas por familias nativas de la zona. Un buen día, hace más de una década,
tiraron las viviendas por no sé qué problema con la ley de costas. Pasado un
lustro, parece ser que la misma ley de costas que había tirado las centenarias
casas, no impidió que se edificasen en la zona varias líneas de chalets para
gentes de amplio poder adquisitivo. Ahora, la ensenada donde reposaban las
barcas de los pescadores, es un muelle deportivo. Mis padres fueron muriendo lentamente
de rabia y pena a partes iguales; y, como ellos, otros muchos que vieron como toda
una vida de esfuerzo llevada a cabo por varias generaciones quedaba destruida
en poco tiempo. Muertos mis padres; no pude soportar la idea de seguir viviendo
en aquel edificio donde pasaron los últimos años de su existencia confinados en
un entorno ajeno a todo lo que habían conocido y amado. Por eso, sigo pensando
que, de no irme de la ciudad, lo mejor que he podido hacer es vivir en una
pensión desde donde, a pesar de no ver ningún atisbo de aquello con lo que
crecí, al menos puedo seguir imaginándomelo y aliviar en alguna media el dolor
que supone la injustica de una sociedad decadente que cree caminar hacia el
progreso, y tan solo camina hacia su propia destrucción.
Nunca pensé que con sus años, la Señora
Asunción estuviese en tan buena forma. Lleva un paso considerable y está muy
nerviosa.
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