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Mostrando entradas de octubre, 2015

UNA MALETA Y LA LUNA - XXVI

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   Subo lentamente las escaleras que llevan al piso superior donde, al final de un estrecho pasillo, se accede al desván. Desde aquí veo en la parte baja el imponente salón con su recia mesa de maderas nobles, refugio de los cuatro cadáveres hieráticos, tal vez ajenos a este ahora. También puedo observar como en una de las paredes cuelga una pintura al óleo que representa la muerte de Julio César; en el centro la estatua de Pompeyo, delante de la cual se está perpetrando el magnicidio en una escena de gran violencia plasmada con gruesas y bruscas pinceladas; ya ha recibido algunas de las veintitrés puñaladas que acabarían con su vida y los blancos ropajes de Julio César están teñidos de un rojo profundo e intenso de sangre; a pesar de ello, en su rostro crispado, aunque sus ojos tienen el brillo de la muerte, hay un gesto de desafío hacia sus asesinos y hacia el propio destino, acentuado por unos antebrazos musculados que, a pesar de sus cincuenta y seis años, aun conservan e

UNA MALETA Y LA LUNA - XXV - EL ADIÓS A LA VIDA DEL SEÑOR DIRECTOR

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El adiós a la vida del señor director (Del triunfo y el fracaso)     Acaba el concierto; con paso elegante, después de saludar correspondiendo a los aplausos del público, el Señor Director abandona el escenario; cae el telón; ya en el camerino, con posterioridad a recibir las felicitaciones de unos y otros, se desprende de su traje, enfunda su ropa de calle y cubriéndose con un abrigo abandona el teatro; al salir, el frío intenso de la noche invernal golpea su cara; a medida que deja la avenida principal y toma las calles menos transitadas, el silencio en sus oídos cobra un protagonismo inusitado, como si después del polifónico maremágnum orquestal, de los aplausos de un público entregado, la ausencia de fuertes sonoridades convirtiese el silencio en algo hiriente y, de algún modo, sonoro; con una sorda sonoridad, algo difícil de explicar, pero que la mayoría de los profesionales que se han subido a un escenario ante el público conocen; un vacío pesado invade ese silencio q

UNA MALETA Y LA LUNA - XXIV - LA AGONÍA DEL DOCTOR

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La agonía del DOCTOR (DE LA CRUELDAD Y EL DESAMOR)     -Pensabas que no te ibas a morir nunca, viejo imbécil. Pues, ya lo ves, estás en las últimas.     -Estúpida mujer. No sé cómo no me divorcié de ti.     -¡Ja! Pobrecito. Voy a ser una viuda muy solicitada.     -Eras una joven preciosa y sencilla cuando nos conocimos. Mira en que te has convertido. Esos amigos tuyos. Política y más política.     -Estás jodidamente agonizante y aún tienes veneno en esa lengua. Siempre me gustó la política. ¿Sabes por qué?     -Sí, lo sé muy bien. Porque la política es el sucedáneo de arte que consiste en hacer que las gentes y los pueblos se enfrenten entre sí, mientras unos cuantos desde sus cómodos sillones se hacen ricos a costa de los trabajadores. Y tú te has convertido en uno de esos cuantos, que, por cierto, cada vez son más cuantos; aunque siempre muchos menos que la inmensa mayoría de la gente que pasa penurias.    -¡Púdrete! A ti lo único que te ha interesado es

UNA MALETA Y LA LUNA - XXIII - LOS ÚLTIMOS INSTANTES EN LA VIDA DE UN ABOGADO

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Los últimos instantes en la vida de un abogado (DEL ADIÓS Y LA NOSTALGIA)       -Ahora que estoy aquí, postrado en esta cama; cuando la esperanza es un concepto inútil para mí y las fuerzas me abandona sin remedio; parece que los sentidos se agudizan para evocar…     -No debes hablar mucho. Te fatigas demasiado.     -No sé si es la observación más adecuada para un moribundo.     - Perdona.     -No te preocupes. Lo entiendo. Pero, ¿sabes?, es curioso como los recuerdos se agolpan con suavidad inusitada dentro de mí. Me veo caminando las viejas calles de la ciudad; con nitidez observo las fachadas negras de los antiguos edificios castigados por el tiempo; sobre las balconadas descansan serenas las palomas ajenas al abandono de las viejas construcciones. Me invade entonces una profunda nostalgia. Ya ves. Te parecerá una tontería.     -Me parece profundo y desasosegante.     -No te preocupes. Yo veo el cine abandonado con nostalgia y emoción placentera

UNA MALETA Y LA LUNA – XXII - CUANDO EL POETA SE VA

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  CUANDO EL POETA SE VA (Del amor y la ausencia)     Como un verso truncado, súbitamente la tinta detenida sobre el papel amarillento; así quedaron la últimas palabras vertidas por el Poeta antes de su adiós. Ella regresa a casa después del duelo contenido para enfrentarse al vacío que deja el amante ausente. Un reloj de pared rompe el silencio de la estancia en penumbra. Los muertos tienen la fea costumbre de partir sin equipaje, y dejan sus cosas tal como las vivieron en el último instante de ser usadas. En la mesilla hay un libro que jamás volverá a sentir las manos del ausente. Ella lo abre por donde iba el Poeta en su lectura. “…Y vio los mares rugir embravecidos desde la proa del recio navío. El mascarón hierático se dejaba golpear por la espuma rabiosa. Entonces lloró, y sus lágrimas se mezclaron con las salinas aguas; lloró por estar tan lejos de casa, de los verdes prados de infancia, de los arroyos acariciantes de juventud; lloró porque su vida ya nunca volv

UNA MALETA Y LA LUNA - XXI

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        La supuesta realidad es tan variable. Me pregunto que estará sucediendo fuera. Una única contraventana sigue ligeramente abierta. Me asomo a ella con la esperanza de observar el exterior. La noche ha caído sobre la ciudad. Pero no veo las luces de la civilización. Sólo negrura. No hay luna centinela, testimonio en la oscuridad de que el sol sigue brillando mientras una parte de la tierra duerme. Rumores de voces furtivas, pasos cautelosos, miradas perdidas de pupilas entregadas al ocaso de la existencia. Siempre es así. Mientras yo estoy aquí con cuatro cadáveres de seres humanos que fueron parte de esos latidos que alberga la tierra, y ahora ya no son nada. Tan cruel y tajante es el ciclo vital. En la oscuridad nocturna no es posible verlos; pero sé que están ahí; miríadas de córvidos posados sobre las peladas y secas ramas de los esqueletos arbóreos, fusionando sus negros plumajes con la negrura de la noche; quietos, altivos, expectantes, soberbios en su espera. Debo

UNA MALETA Y LA LUNA - XX

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    -Podemos discutir todo el día, si usted quiere; pero, sin una orden judicial, aquí no entra nadie.     -Calmémonos un poco, señores.     -¿Que me calme? No sé cómo tengo que decirle que me da igual lo que diga esa señora de la pensión. Mi madre murió hace seis años. ¿Lo entienden? La historia que cuenta esa mujer es inverosímil.    -Lo cierto es que dice que su huésped salió anteayer a primera hora de la mañana, apremiado por la Señora Asunción.     -¡Y dale! Pero qué clase de jefe de policía es usted. ¡Mi madre está muerta! ¡Muerta! Y ustedes me sacan de mi trabajo a las cinco de la tarde, me hacen conducir cien kilómetros, porque esa señora dice que le dijeron que dijo…     -Es dueña de la pensión, y otros clientes permanentes en ella, aseguran que el señor que ocupa la habitación dieciséis nunca ha faltado a una comida en todos los años que lleva hospedado allí, y que siempre decía lo mismo cada vez que se sentaba a la mesa. “Su comida es excelente. El día qu

UNA MALETA Y LA LUNA - XIX

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    La sala se antoja inabarcable para mi visión, cuelgan del techo lámparas de amarillentas, ambarinas lágrimas, como fósiles petrificados suspendidos en el aire de una pena antigua, un llanto inconcluso que se pierde en la noche de los tiempos, en la oscuridad atávica que, tal vez, albergue los porqués que el humano se ha planteado a lo largo de su evolución; allí en la lejana mañana del alborear primero de un tiempo remoto cuando tal vez los dioses vivían con los hombres, hasta que este los convirtió en ídolos de barro y diluyó su esencia en el bullicio de metrópolis supuestamente ordenadas, paradigmas del caos, tecnificación represiva de los sentidos naturales innatos al homo sapiens; como en un eterno descenso flotando en la espesa atmósfera del salón, las abundantes lágrimas luminiscentes sueñan suspendidas en su romántica y onírica pena sobre los cuatro cadáveres hieráticos; evocadoras de otras lágrimas; aquellas de la estación en sombras de un otoño lejano, cuando sob

UNA MALETA Y LA LUNA – XVIII - REFLEXIONES EN COMPAÑÍA DE CUATRO CADÁVERES AMIGOS

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REFLEXIONES EN COMPAÑÍA DE CUATRO CADÁVERES AMIGOS IV – EL ABOGADO DE LA LIBERTAD Y EL ORDEN SOCIAL     La Libertad, Abogado, es un concepto ambiguo y oscilante; a veces es menos libre el carcelero que el preso al que custodia; con el alma de juventud vive el artista, el creador, el genio incansable, intentando alcanzar con su arte la sutil música de las esferas, la tonalidad hiriente del sentimiento más profundo, la palabra entregada al corazón y el sueño; pero todo es etéreo; a pesar del empeño de los hombres por encerrar, cuantificar, delimitar, estructurar el pensamiento y el sentimiento; porque los sueños enarbolan una y otra vez una bandera sin símbolos, sin patrias, sin reinos, sin fronteras; es un estandarte antítesis de todos los estandartes, es un concepto libre de conceptos imposible de explicar por el lenguaje humano u otro medio cualquiera; apenas logra el arte esbozar la ansiada Libertad, en el más sublime intento del humano por alca