UNA MALETA Y LA LUNA - XXIII - LOS ÚLTIMOS INSTANTES EN LA VIDA DE UN ABOGADO




Los últimos instantes en la vida de un abogado
(DEL ADIÓS Y LA NOSTALGIA)
 
    -Ahora que estoy aquí, postrado en esta cama; cuando la esperanza es un concepto inútil para mí y las fuerzas me abandona sin remedio; parece que los sentidos se agudizan para evocar…
    -No debes hablar mucho. Te fatigas demasiado.
    -No sé si es la observación más adecuada para un moribundo.
    - Perdona.
    -No te preocupes. Lo entiendo. Pero, ¿sabes?, es curioso como los recuerdos se agolpan con suavidad inusitada dentro de mí. Me veo caminando las viejas calles de la ciudad; con nitidez observo las fachadas negras de los antiguos edificios castigados por el tiempo; sobre las balconadas descansan serenas las palomas ajenas al abandono de las viejas construcciones. Me invade entonces una profunda nostalgia. Ya ves. Te parecerá una tontería.
    -Me parece profundo y desasosegante.
    -No te preocupes. Yo veo el cine abandonado con nostalgia y emoción placentera a la vez.  Triste por contemplar lo que un día fue el refugio donde se fraguaron mis sueños de infancia y adolescencia. Pero, al mismo tiempo, emocionado al evocar con diáfana claridad lo feliz que fui en esa sala hoy desierta y polvorienta. Pero estaba hablándote de esos edificios abandonados. Parecen dormidos, aletargados. Son como inmensas cajas donde aún dormitan las vivencias que allí tuvieron seres humanos como tú y como yo. Muchos estaban llenos de ilusiones; muchos sufrirían entre esas paredes que hoy poseen en su interior el vacío más lleno que podamos imaginar. Es tan efímera la existencia. Si cuando comenzamos a tener consciencia de nuestra finitud, lo pensásemos concienzudamente, quedaríamos aterrados.
    -Debes descansar.
    -¿Qué son sesenta, setenta, ochenta años? Nada. Pasan volando como un suspiro. Y después, el vacío. ¡Ah, cómo me gustaría tener fe! La fe da una esperanza. ¿No crees, amor?
    -Nadie sabe.
    -Es cierto; nadie sabe.
    Cuantos casos sin resolver quedarán en el bufete de abogados.
    -Eso es lo menos importante.
    -Sí, es cierto.
    -Cuando la vida nos sonríe, nos preocupamos de cosas tan banales. Cualquier eventualidad ínfima es magnificada.
    -Tienes razón. Es como si los seres humanos fuésemos incapaces de asimilar y aprehender los escasos momentos de felicidad.
    -Como si tuviésemos miedo de ser felices; porque en nuestro interior somos sabedores de que esos instantes de esplendor son apenas un suspiro.
     -Esplendor en la hierba.
     -Sí, me llevaste a verla al viejo cine que siempre ponía películas antiguas.
     -Lo recuerdas. El viejo cine de barrio. Yo sólo quería sentirte cerca.
     -Eras un romántico. A cuántas habrías llevado ya…
     -No te voy a decir que fueses la primera; pero sí la más especial. La que ha soportado todos estos años de inmersión en procesos judiciales eternos… Cada vez que lo pienso… ¡Cuánto tiempo perdido! Pero ahora ya no se puede volver atrás.
    -Tal vez la vida sea más larga de lo que pensamos y un estado de continua felicidad la haría insoportable.
    -Es un buen razonamiento para consolarse. Pero en estos instantes me vale de poco.
    -No vale de nada.   
    -Estás muy hermosa esta mañana.
    -Ha salido el sol.
    -Sí, ha salido el sol; pero no consigo ver su luz. La vista se me nubla… todo es tinieblas… Una negrura profunda me invade… La vida se apaga en mí… Ya nunca volveré a vivir todas… esas cosas… que tanto disfruté… Todo… es... calma… y… desconsuelo.

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