UNA MALETA Y LA LUNA - XXXVIII - EL HOMBRE DEL MAR - EL PIRATA OBRA MUERTA




    El Pirata Obra Muerta navegó todos los mares, desde el Septentrión al Meridión, desde Levante a Poniente. Su apodo hacía honor a su fama de ser el pirata menos temido de la historia. Pese a todo, fue respetado por amigos y enemigos, ¡muy respetado! Trataba educadamente a sus víctimas. La máxima que daba a sus hombres siempre era “Matar lo menos posible; pero, si tenéis que matar, hacedlo rápido y con certeza para infligir el menor dolor”. El Pirata Obra Muerta era llamado también el Hombre del Mar. Esto le vino a él de los primeros quince años de vida antes de convertirse en un pirata y, después, cuando ya tuvo una edad demasiado avanzada para seguir pirateando, cobró de nuevo fuerza el calificativo de Hombre del Mar. Todo fue debido a que nunca en su vida abandonó el mar. Su cuerpo jamás supo lo que era estar en tierra firme; siempre adaptado al balanceo de las naves que habitó. Fue el fruto de los amores de una joven de familia acomodada y un joven marino humilde. Cuentan que se enamoraron en contra de los deseos de la pudiente familia de ella. Ante la feroz negativa a su unión, decidieron aprovisionar una pequeña barca de vela y huir juntos en una noche de luna en el cálido estío. Durante meses vivieron su amor en continua huida. No tardó la joven en quedar embarazada. Recogidos por un barco de pescadores en el noveno mes de gestación, allí nació el que después sería el Hombre del Mar. El padre de la joven, militar colérico, persiguió sin descanso a la pareja de enamorados. Así, con tan solo unos meses, el niño perdió a sus congéneres a manos del intolerante abuelo que, de no haber escondido el retoño los pescadores, también hubiese acabado con la vida de su nieto. Pasó los primeros años de vida nuestro Hombre del Mar en el barco de pesca, siempre escondido de las posibles miradas del indeseable abuelo que lo persiguió sin descanso, por considerarlo el fruto de un amor repulsivo a sus ojos. Hombre poderoso y pudiente, contrato sicarios en los principales puertos con la orden de degollar al pequeño. Contaba quince años el chaval cuando murió el demoníaco personaje. Para entonces, seguía compartiendo vida con los marinos que habían sido sus cuidadores. Recio, enjuto, fibroso, aunque no alto, si vigoroso y ágil, el Niño del Mar, pasó a ser el Hombre del Mar cuando, enterado de la muerte de su perseguidor, tomó la decisión de no pisar tierra jamás. Perplejos se quedaron aquellos marineros en un principio. Pero todos respetaron la decisión del muchacho. Probablemente, si lo hubiese hecho, en un primer momento tendría serios problemas físicos y psicológicos de adaptación, acostumbrado desde su nacimiento al vaivén del barco y a la contemplación de las aguas, además de a la sensación del mar en su piel. Nadar y bucear no tenían para él secretos. Así se gestó la leyenda del Hombre del Mar. Siendo joven, pronto comenzó a ganarse el respeto de los marinos que lo criaron y a mostrar dotes de líder. Fue un año después, contaba dieciséis años, cuando el barco en el que se había criado y llevaba toda su vida fue abordado por unos piratas que masacraron ante sus ojos a los marinos con los que había crecido; su verdadera familia. Cuando el joven vio todo perdido, se lanzó por la borda y sumergió su cuerpo en las aguas. Sus dotes inigualables para moverse por debajo del mar y por la superficie, lo salvaron de una muerte cierta. Asido a un lateral de la popa del barco pirata, esperó hasta el anochecer y, con audacia impensable, tomó venganza matando a los piratas uno por uno. Después de la noche de masacre, le llevó una jornada entera deshacerse de los cuerpos. Así comenzó la leyenda del Pirata Obra Muerta. Él solo, junto a dos jóvenes grumetes a los que perdonó la vida, fue capaz de mantener el rumbo de la nave de la que ahora era dueño y señor. Consiguió en unos meses hacerse con una tripulación fiel. Desde entonces, dedicaría su vida a saquear las naves de los piratas, corsarios y gentes pudientes, repartiendo sus riquezas con los más necesitados. Se dice que jamás piso tierra, haciendo honor a su nombre inicial, el Hombre del Mar. Qué fue de él; nadie lo sabe. Cuentan que, centenario, lo vieron por última vez alejarse con su barco navegando hacia el horizonte de atardecer en un ocaso de mar calmo.

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