RELATOS ROTOS - XIII - EL CABALLERO HERIDO




    Dijeron verlo por el camino que serpentea entre frondosos bosques y quebrados roquedales, allí donde en los cielos señorea la rapaz vigilante y al borde de los riscos los buitres leonados dibujan su silueta en el atardecer calmo. Iba herido en su costado del que brotaba un reguero de sangre; herido de muerte concluyeron todas aquellas gentes que lo vieron pasar; los campesinos de los pequeños pueblos, los jóvenes que retozaban en los ríos, los pastores solitarios, incluso algún peregrino o vagabundo. Como en una agonía sin fin, parecía dejarse ver en diferentes épocas, siempre digno sobre su negro caballo perlado de sudor que lo llevaba con paso cansado y tambaleante. Así se fraguó la leyenda del Caballero Herido. Aquel que después de tantos lances fue por fin derrotado. Porque, tarde o temprano, el destino pone hasta al más valiente frente a un enemigo letal. Pero, el Caballero Herido, no consintió, como así le aconsejaron aquellos que lo querían, ser liberado de su montura. Prefirió seguir deambulando la agreste naturaleza que fue escenario de sus vivencias. Todos aquellos que lo vieron, dicen que jamás salió de su boca un quejido o un lamento; cabizbajo, recogido sobre sus ropas de campaña, todo era silencio a su alrededor, roto levemente por los cascos de su caballo al transcurrir del camino. En los atardeceres calmos, cuando todo es serenidad y el sol declina en el horizonte, acaso podáis ver su silueta enigmática recortándose por las montañas, o tal vez  pase a vuestro al lado si estáis en un paraje solitario. Es el Caballero Herido, arrastrando un halo de serenidad e incertidumbre; con una herida mortal en su costado que provoca en él una eterna agonía que ni los hombres ni el tiempo han podido aplacar.




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