RELATOS ROTOS - XIV - INTERROGATORIO




    -Buscamos un perfil muy concreto de individuo; así que, defínase.
    -¿Definirme? No entiendo.
    -Se lo facilitaremos con algunas preguntas.
    -De acuerdo.
    -¿A la izquierda, a la derecha, o, tal vez al centro?
    -¿Izquierda, derecha, centro…? No comprendo.
    -¡Vamos, vamos! No nos haga perder el tiempo. Nos estamos refiriendo a su ideología política.
    -¿Ideología política?
    -Sí, ideología política.
    -¿Y eso qué es?
    -¡No se haga el tonto! Todos tenemos una ideología. Concretemos. ¿Usted cree en la democracia o la dictadura?
     -¿Creer? Creo tener una idea aproximada de lo que es una dictadura. Pero… ¿Democracia? No sabría definir sus características.
    -¿Usted no sabe que vivimos en una democracia?
    -Algo he oído. Puede ser que las democracias se diferencien de las dictaduras en que las primeras las encabeza un tirano y en las segundas mandan muchos que hacen creer a las gentes que el poder reside en los ciudadanos, pero sigue residiendo en unos cuantos con ínfulas encubiertas de tiranos.
    -¡Ya basta! ¡Qué estupidez es esa!
    -Sólo era una reflexión.
    -¡No nos interesan sus reflexiones! Usted limítese a decirnos en qué bando está.
    -¿Bando? ¿Tengo que pertenecer a algún bando concreto? Si un ser humano en sí mismo es poliédrico y ecléctico ¿cómo es posible que puedan existir secciones de seres humanos con un mismo pensamiento? No hay dos humanos iguales.
    -¡Usted es un extremista! Vamos a ver ¿Rechaza usted la violencia?
    -¿Se refiere a la violencia verbal que están empleando conmigo en este interrogatorio?
    -¡Ya está bien! ¡Se está haciendo el tonto!
    -No, señor. Yo soy así.
    -Cree que se va a librar haciéndose el tonto.
    -¡Ah! Pero ¿es que los tontos se libran del castigo en esta sociedad?
    -Es usted exasperante.
    -No era tonto.
    -Se puede ser las dos cosas a la vez.
    Sepa que será condenado si no nos especifica su postura ideológica.
    -Lo único que tengo claro es la idea de la Libertad.
    -¿Libertad?
    -Sí.
    -¿Y cuál sería su definición?
    -Algo así como: La capacidad de sentir y pensar de acuerdo a la esencia más pura del individuo sin estar condicionado por agentes de opinión externos eventuales y cambiantes, escuchando solamente los dictados de nuestra conciencia y no los condicionamientos sociales represivos, sin seguir ningún movimiento ni corriente aglutinadora de masas que anule la esencia del Yo.
     -¡Por fin ha hablado! ¡Es usted un individualista! ¡Egoísta miserable! Se le condena por creer en el Yo antes que en la sociedad. Lo acusaremos de prepotencia y egocentrismos. ¿No se da cuenta? Su postura es despreciativa e insolidaria.
    -Es posible, No lo sé. Lo que sí sé es que yo no engaño a los demás. Siempre he creído en las personas, y no en las aglomeraciones más o menos coordinadas.
     -¡Anatema! ¡Condenado!
    Si todos fuésemos como usted, no existiría el progreso.
    -Si todos fuesen como yo, no existiría la hipocresía, ni la mentira, ni la falsedad en la que se sustenta todo un sistema social viciado que, en aras del bienestar y lo políticamente correcto, menosprecia lo humano y tan solo pretende aborregar a los ciudadanos, relegando cada vez más a la filosofía y el arte, de la enseñanza, para crear personas fanáticas y mediocres.
    Los seres humanos se han ido acomodando a rugir en grupo para ahogar la evidencia de su propia naturaleza mortal y tener temas supuestamente elevados que llenen falsamente sus vacías vidas, no reconociendo así la sencillez de la existencia. Una simplicidad que hiere al humano en su estúpido orgullo y su vanidad. Pero, lo queramos o no, la vida es sencilla. Es el sibilino entramado social quien la hace compleja hasta el hastío.
    -¡¡¡Cómo se atreve!!!
    -Última pregunta antes de su condena. ¿En qué cree usted?

    -Creo haber soñado un mundo diferente. Pero… eso… fue sólo un sueño.

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