ADELA - Fragmento del Capítulo II de la novela sobre la Reconquista de Vigo "AQUEL VIGO LEJANO"
ADELA - Dibujo sobre la novela de la Reconquista de Vigo de Julio Mariñas "AQUEL VIGO LEJANO" |
Cuando Nino salía a la mar por la mañana, ya ella estaba
allí, sentada en la silla de madera, encorvada, con el cuerpo castigado por los
años, pasaba las horas sin hablar, observando las aves que sobrevolaban las
aguas; apenas podía andar; una vez anochecía, dejaba la silla en el muelle y
con lentos e indecisos pasos salvaba la distancia de pocos metros que la
separaba de su humilde vivienda; cuando comenzaba a despuntar el alba, volvía
de nuevo renqueante a su silla de madera que, muy probablemente, tenía tantos
años como ella. Y así, día tras día, hiciese frío o calor, embozada en sus
negras prendas; con el único auxilio de un paraguas tan negro como sus
vestimentas cuando la lluvia caía sobre Vigo.
Marineros,
pescantinas, y demás gentes que andaban de un lado a otro del Berbés pasaban
junto a ella sin percatarse de su
presencia; como la vieja roca, al igual que el árbol centenario, Adela
era parte ya del paisaje diario.
Ahora, como todos
los días, Nino ponía en el regazo de la anciana parte de sus capturas. En esta
ocasión dos huevos y una nécora. Antes de marchar para casa ella siempre le
hablaba con suavidad, haciendo entre cada frase una pausa larga.
-Hoy he visto el
alcatraz. Como todas las primaveras vuela hacia el Norte.
Cuando llegue el
otoño lo volverá a hacer hacia el Sur.
Envuelta en su
negra toquilla y pañoleta, apenas se veía la nariz afilada, los diminutos ojos
y un mechón de cabellos grises cayendo sobre la arrugada frente.
-Las tórtolas han
llegado. Es tiempo de amores.
Adela pasaba los
días en la punta del muelle observando las aves. “En ellas –decía-
está el futuro”.
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