ESDEUNVIET - ESCENAS DE UN VIGO ETERNO - I - LA BELLA DAMA HERIDA DE MUERTE



























    El ritmo endiablado de una sociedad tendente a la globalización nos ha llevado indefectiblemente a crear individuos cada vez más mecanizados que tienden en su actitud a la búsqueda de supuestas grandes metas, focalizando su atención en conceptos abstractos como la economía, la política, y otras tendencias dominantes. Esto ha propiciado que, en ese frenesí de consumo y estado de alerta hacia el futuro, el ser humano haya ido dejando cada vez más a un lado el ahora y el detalle. En ciudades como Vigo, sufridoras de un crecimiento urbanístico  brutal en las últimas décadas, las tendencias hacia ese abandono de las propias raíces donde se asienta el corazón de nuestros antepasados, se ha hecho, si cabe, más patente. Pero lo bello y lo profundo tiene una feliz propensión a no morir del todo. Es así como, aún hoy, en pleno siglo XXI, es posible encontrar en Vigo y los alrededores que lo conforman, infinidad de vestigios de un pasado fascinante y una naturaleza que pugna por mostrar sus encantos. Para quien sabe observar, la ciudad aún sigue conservando rincones de un valor histórico y sentimental incalculable. A pesar del maltrato recibido en su piel, el Vigo auténtico sigue latiendo en lugares que, la mayoría de las veces, pasan desapercibidos o no son tenidos en consideración suficiente por los urbanitas demasiado ocupados en sus prisas, sus móviles y sus deberes para con una sociedad que les ha robado algo, si cabe, mucho peor que el alma; les ha robado el tiempo; ese extraño concepto que, junto con el amor, es lo único que no se puede comprar con dinero.

    Mi afición a la fotografía desde siempre me ha llevado a capturar, con mayor o menor acierto, esos retazos callados que, en la mayoría de ocasiones, pasan desapercibidos o no son apreciados en toda su profundidad por los visitantes e incluso por los propios vigueses. Eso es lo que ha incitado de algún modo a llevar a cabo la redacción de algunos textos de homenaje a Vigo, el lugar donde nací; y con el que mantengo una relación bastante compleja. Por un lado, amo a Vigo, y por otro, la sigo viendo como hace ya muchos años escribí en un artículo; la Bella Dama Herida de Muerte. En cualquier caso, no por culpa de ella; sino por el deterioro al que ha sido sometida en su piel; fundamentalmente en las costas de su maravillosa Ría, cuyos contornos, besados por el mar, han sido profanados y vetados a su población en aras de un supuesto progreso. El Vigo de mi infancia; aquel de empedradas calles, de muelles arenosos, playas dunares, soportales marineros y barrios donde los niños respirábamos la vida; ya no volverá, Pero yo sé, que bajo esa piel artificial que la inconsciencia de los hombres le ha puesto, sigue latente una belleza que se muestra siempre a todo aquel que se atreve a mirar en su interior. Por eso, estas Escenas de un Vigo Eterno son un sencillo homenaje de alguien que, como yo, ha viajado España desde sus quebradas costas norteñas hasta los cálidos litorales mediterráneos, pasando la extensa castilla, cruzando las sierras andaluzas y los campos de olivares; pero siempre, sin saber muy bien por qué, ha regresado a buscar refugio en un Vigo que sigue en mi corazón, tal vez, como esos viejos amores idealizados, como una visión idílica de esta Ría donde el Océano Atlántico ve frenado su ímpetu y, ante las Cíes centinelas, remansa sus aguas en un gesto de reverencia a una ciudad que, por su orografía, debería haber sido la más bella del mundo; y en su interior lo sigue siendo.


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