LOS RELOJES DEL CAOS
Un pesado cortejo desfila
ante mí.
Son las horas sin
dueño,
que arrastran a su
paso lo que nunca será,
enigmático tránsito
de anónimos espectros
vacíos de intenciones.
En la infinita línea
que traza persistente
el canto del olvido,
se mece un duende
ausente.
Lejos, sigue rugiendo
el mundo
con impasible falta
de atención
hacia todo lo bello.
Mientras, al abrigo
de inmortales sueños,
danzan gráciles
jóvenes de belleza inconsciente.
Desde este lugar
incierto,
puedo escuchar con
nitidez
los relojes del caos
mezclando sus tictacs
en un profundo foso
de rotas esperanzas.
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