RELATOS ROTOS - XVI - UNA MUJER BAJO EL ROBLE
-¿Cómo estás?
-He tenido épocas
mejores.
-Ya; imagino.
-Aunque no lo
parezca, un día fui joven.
-¿Joven? ¡Claro!
-Insufriblemente
joven.
-¿Y qué pasó?
-Que la juventud
es el mal menor en la vida de un ser humano Se cura con los años.
-¿Los años?
-Sí; con el
tiempo. Pero un tiempo breve. No vayas a pensar que el tiempo de juventud es un
período largo.
-¿Menos de lo que
parece?
-Menos. Aunque la
tendencia de las últimas décadas es promover una prolongación artificial de la
juventud; como si ese paraíso fuese ad eternum.
-¿No lo es?
-No; porque el
humano comete el pecado de envejecer…
-Oxidación,
oxidación… Es una pena que haya que respirar… ¿Te encuentras bien?
-No demasiado… Veo
una muchacha cerca del mar, junto al viejo roble. El único de su especie que ha
quedado como testimonio de la grandiosidad de frondosos parajes de otros
tiempos. Hoy está ahí, solitario ante un ejército de eucaliptos invasores,
espigados soldados que nada tienen que ver con el curtido cuerpo del roble,
vestigio de otras épocas, que sigue conservando en su agonía la grandeza del
tiempo ausente.
-Ahora debes
descansar.
-La espalda de una
joven reposa en su corteza agrietada. Ella es bella; emana sensualidad y fuego.
-¿Quién es?
-No lo sé. Pero
parece extenuada. Como si la vida se hubiese detenido en sus sinuosas formas.
-¿Has dicho en el
litoral?
-Sí; junto al
mar. Parece querer cobijarse de la brisa marina bajo el viejo roble poderoso,
paternal.
-¿Quién es?
-Ella. Es ella. No
podía ser otra…
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