SENTIR





Ver a la luna llena bajo esas aguas quietas
en lagos escondidos de ardiente juventud;
sobre el mar dormido de un verano ausente;
en el cauce del río que me arrulló la infancia.

Escuchar ese canto apenas perceptible
que entonan bellas ninfas cuando danzan las horas;
el rumor de los vientos que llegan desde el Norte
con amargos recuerdos que atraviesan el alma.

Aspirar el aroma de la hierba que, verde,
fue sedoso tapiz para juegos inquietos;
 y ese lejano olor de cuerpos encontrados
en las noches de estío, cuando la vida hierve.

Sentir el tacto dulce de las pieles ausentes
que se han esfumado en la niebla del tiempo,
el beso inigualable de madre protectora
cuyo valor supera al del oro más puro.

Saborear de nuevo aquel gusto primero
de caverna lasciva apenas explorada;
el de los generosos pechos exuberantes
cuyas torres se irguieron festejando la vida.

Percibir un mañana repleto de ilusiones;
al destino llamando como un desconocido;
una luz entre tanta penumbra y desvarío;
el universo último donde gravita el alma.

Tal vez, eso sea Sentir.
Una experiencia antigua de más allá del tiempo,
del Tú y el Yo, del Nosotros,
de la misma Existencia.

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