VIVIR



    
Ver el mundo con la mirada quieta de quien contempla la vida meciéndose sobre los sueños cumplidos.
    Caminar el profundo surco que van dejando las horas sobre las tierras del desencanto.
    Sentir en el horizonte calmo de mayo un ocaso de quimeras desvanecido.
    Escuchar en el alba otoñal el dulce canto de las aves que presienten el invierno.
    Sentir rugir el mar en lo profundo del pecho enardecido.
    Subir a las altas cumbres para contemplar el mundo en su quietud, en su esencia primigenia.
     Llegar allí, a la infinita línea que traza la vida acunada por el canto incesante del mundo y sus misterios.

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